PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACION CRISTINA FERNÁNDEZ, EN EL ACTO DE HOMENAJE POR EL 38 ANIVERSARIO DEL TRIUNFO ELECTORAL DE HÈCTOR CAMPORA, EN ESTADIO DE HURACÁN, CIUDAD AUTÒNOMA DE BUENOS AIRES.
Gracias, muchas gracias a todos los compañeros y compañeras, que hoy se han congregado aquí: quiero decirles a todos y a todas que esta tarde, aquí en Huracán, no está la Presidenta de la República, está la compañera de todos ustedes. (APLAUSOS). Y como compañera quiero pedirles a todos y a todas que este acto, de este 11 de marzo, sea en recuerdo y en homenaje a quien fuera mi compañero de toda la vida. (APLAUSOS).
Hace exactamente apenas un año, y parece una eternidad, él les hablaba a todos ustedes, desde Ferro. Yo quiero venir a recordarle, como se recuerda al militante con el compromiso de que la lucha que él inicio – un 25 de mayo del año 2003 – es la lucha mía por construir la Argentina que él tanto soñó y por la que tanto trabajó sin descanso, sin desmayo entregando lo mejor de sí. (APLAUSOS).
Quiero también decirles que estaría contento y orgulloso de ver a miles y miles de jóvenes, que como él y como yo, aquel 11 de marzo tenía yo apenas 20 años; en una de las tribunas está mi hija Florencia, que también tiene 20 años, como yo tenía aquel 11 de marzo de 1973. Florencia me pedía que fuera puntual, porque se estaban muriendo de calor.
Yo quiero decirles que vengo también a reconocer que hay otro país diferente, afortunadamente, de aquellos tiempos y de todos los tiempos de estos últimos doscientos años en que las luchas nacionales y populares por construir un país independiente y soberano tuvieron largas marchas y contramarchas.
Si uno piensa no solamente en los jóvenes de aquella etapa, si uno piensa en los jóvenes que construyeron aquel 25 de mayo de 1810, y los que vinieron más tarde a lo largo de toda la historia del campo nacional y popular podrá observar que eran siempre jóvenes que se incorporaban a luchar contra algo porque había algo que los oprimía: o era el yugo colonial o eran las dictaduras las que no dejaban expresarse al pueblo. Por primera vez ustedes - generación del Bicentenario – se están incorporando a la política no contra alguien, sino por alguien, por una historia, por la Argentina por seguir mejorando las cosas. (APLAUSOS).
Ustedes no tienen idea – porque son muy jóvenes – mis compañeros, muchos de ellos que compartimos también años de militancias me van a entender. Pero quiero que sepan que ustedes tienen la inmensa oportunidad histórica de participar en la construcción de un país diferente; de un país en el que no vienen a luchar contra alguien, sino que por algo; en un país donde es posible volver a soñar y donde con alegría y no con dolor, en donde con amor y no con odio, queremos convocar a toda la sociedad. Es una construcción política diferente, siempre en nuestra historia las construcciones políticas, aún las del campo nacional y popular, se hacían en base a las contradicciones o contra algo. Hoy estamos construyendo con un profundo amor por las cosas logradas y con una profunda demanda por profundizar esos cambios para que puedan llegar a todos los argentinos. No, no hay que darle gracias ni a mí ni a él porque hay otra cosa que tenemos que hacer, más importante todavía.
Siento que a lo largo de la historia el campo nacional y popular – liderado por hombres o por mujeres, cuando esos hombres o mujeres ya no estaban era como se desperdigaba porque faltaba la construcción orgánica; porque faltaba la construcción política e institucional que no hiciera depender la transformación y el cambio de una o dos personas. Ese es el gran desafío que tenemos hoy los argentinos y que tienen los jóvenes: cómo hacer para que tanta lucha no sea en vano, cómo hacer para homenajearlo, cómo hacer para que su presencia sea definitiva y la de tantos otros. (APLAUSOS).. Construir sobre las coincidencias, aprender a construir los argentinos y sobre todo los jóvenes no sobre las diferencias, que así se ha construido durante tanto tiempo, y entonces todo duraba poco porque faltaba que algo fallara, que no estuviera una coma, que faltara una letra o una oración para juzgar que entonces no se era nacional o popular.
Quiero decirles a todos ustedes, que cuando incorporen a otros argentinos no les pregunten de dónde vienen, no les pregunten cuál es su historia o su partido, pregúntenles si están de acuerdo con que la Asignación Universal por Hijo sirve para que millones de niños tengan derecho a la educación y a la salud. (APLAUSOS). Y también, quiero que les pregunten si están de acuerdo con que tenemos que seguir industrializando el país y agregando valor para seguir generando trabajos más calificados para todo los argentinos. (APLAUSOS) Quiero que les pregunten si tenemos que seguir poniendo en la educación pública en todos sus niveles el esfuerzo y los recursos, y si tenemos que seguir aún poniendo más; quiero que le pregunten si necesitamos
seguir inaugurando - como hace unos días - universidades públicas y gratuitas
para que tengamos realmente niveles de igualdad; quiero que le preguntan
si necesitamos proteger el trabajo nacional, la producción nacional y el
desarrollo de nuestra industria; si necesitamos también seguir desarrollando
un fuerte mercado interno que impulse también a que exportemos más y mejor
porque generamos más y mejores puestos de trabajo; quiero que le pregunten
si quieren ser un país donde los derechos humanos son una bandera de toda
la sociedad, sin ninguna distinción de ideología o partido, porque es lo
que nos diferencia de la barbarie. (APLAUSOS).
También quiero que le pregunten si como argentino se siente parte de esta América del Sur, de este MERCOSUR, de esta UNASUR, si se siente profundamente latinoamericano y siente orgulloso de su identidad, de su pertenencia, de su historia; quiero que le pregunten si está de acuerdo con una sociedad que da derechos igualitarios, que amplía el abanico de posibilidades y que nos convierte a todos un poquito más iguales todo los días. (APLAUSOS)
Si están de acuerdo con esas cosas forman parte de esta historia y de este espacio, lo demás es anécdota o vanidades personales.
Quiero homenajearlo a él, nunca he conocido a nadie tan alejado de las vanidades personales y de las banalidades como él. No le importaba nada de lo que suele inclusive importarme a mí por ahí como mujer. Nadie tan despojado de las cuestiones que por ahí distraen en la política y nos hacen ver diferencias donde no las hay. (APLAUSOS).
Por eso quiero rescatar la historia, pero también quiero una juventud que construya su propia historia, como la hicimos nosotros; ustedes son la generación del Bicentenario (APLAUSOS).
Les pido que tengan ejemplos, pero que sean ustedes mismos, cada uno de ustedes, cada una de las horas, porque créanme que el gran vínculo que nos une a todos - desde 1810 a la fecha - es el inmenso compromiso por los intereses de la nación y con los intereses del pueblo, que son la misma cosa, nación y pueblo, pese a que algunos quieran diferenciarlo. No hay pueblo sin nación ni nación sin pueblo. (APLAUSOS).
Yo les pido que construyendo su propia historia, su propia identidad, también
están construyendo la historia de todos nosotros. Nosotros no imitamos a
nadie, porque en fin, cada uno es producto de la época y de la historia y
del momento histórico en que le toca vivir. Y este momento histórico, de esta
Argentina, impensable hace apenas 10 años; estamos solamente a una década
del desastre más formidable del que se tenga memoria, y aquí está la Argentina de pie, con dignidad, con libertades, con libertades como nunca tuvo en su historia. (APLAUSOS).
Me atrevo y desafío que me digan si hubo un momento de mayor densidad y profundidad democrática, donde cada uno pudo expresarse como quiso y cómo quiere respecto de todo que esta Argentina que estamos viviendo hoy. (APLAUSOS). Y esto nos tiene que llenar a todos de orgullo, pero también de una inmensa responsabilidad; la responsabilidad de profundizar a la organización popular, de abandonar vanidades y cuestiones dirigenciales que solo sirven para alejar a la gente de la política y creer que solamente esto es una feria de vanidades.
Nuestro gran compromiso es a través del ejemplo diario y cotidiano, cualquiera sea el lugar que nos toque desempeñar; dar el ejemplo de humildad, de trabajo, de convicción para poder, entonces sí, seguir construyendo esta Argentina que tanto nos costó.
Falta mucho, ¡claro que falta! Pero es, precisamente, con la certeza de poder construir lo que se ha construido, lo que nos debe animar para seguir el camino y no abandonarlo.
El gran desafío es que el campo nacional y popular pueda institucionalizar; pero no, eso no se hace a través de una ley o de un decreto. La institucionalización de un modelo de país es cuando se hace carne en el conjunto de la sociedad porque visualiza que ese es el camino más acertado como país y como nación.
Para eso hemos debido luchar contra una fuerte subordinación cultural impuesta históricamente por la historia falsificada desde 1810 a la fecha.
Yo hace unos días, cuando inaugurábamos la Facultad de Ciencia Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires -la primera la inauguró Perón, la segunda la inauguramos nosotros-, yo hablaba y decía que muy pocos argentinos saben, por ejemplo, que la gratuidad de la universidad pública argentina fue instaurada por un decreto firmado por el general Perón. La universidad nacional pública es gratuita por un decreto del presidente Perón en su primera presidencia. Yo los desafío a que cuántos de nosotros mismos también sabíamos estas cosas.
Por eso digo que es importante que el frente nacional, popular y democrático construya esta institucionalidad, que también es cultural, de saber contarle a los argentinos, pero fundamentalmente no contarle a partir de relatos de fantasía, sino a partir de que puedan ver, tocar y palpar cada uno de los logros que hemos tenido con nuestros jubilados, con nuestros pensionados, con nuestros trabajadores en las convenciones colectivas de trabajo, más de 1.800, luego de haber estado aplastadas durante décadas.
Este es el gran desafío, porque lo otro, “la Argentina del no se puede”, la Argentina de la subordinación, la Argentina que le decía a él, cuando decía que iba a pagar la deuda pero no con el hambre de los argentinos, sino teniendo en cuenta también los intereses de la patria, que estaba loco; de él cuando decidió cortar el nudo gordiano que significaba la dependencia permanente con el Fondo Monetario Internacional y terminar con esa deuda y también lo criticaron.
También, cuando en un hecho histórico en Mar del Plata, en el 2005, encabezó como presidente en la Cumbre de las Américas el rechazo a aquel nuevo estatuto del coloniaje. Eso lo hizo él.
Ahora, mirado desde lejos, parece fácil, pero qué difícil, cuánto ataque injusto, cuánta crítica artera, cuánta pelea y discusión inútil, cuánto tiempo perdido.
Otra de las cosas que les quiero pedir: no pierdan tiempo, no se enrosquen ni se dejen enroscar en discusiones bizantinas que no tienen nada que ver con lo que le importa a la gente y con lo que le importa a la sociedad. No cometan errores que sí hemos cometido nosotros cuando éramos jóvenes.
Yo quiero para terminar, contarles algo tal vez familiar.. El pasado 11 de marzo, hace un año, yo no estaba aquí, había ido a Chile a la asunción del nuevo gobierno y justo me pescó -¿se acuerdan?- una réplica del terremoto que había asolado a los hermanos chilenos. Yo decía “un año, otro terremoto”. He leído tantas tonterías en estos últimos días, lo único que faltaría es que dijeran que los 11 de marzo se provocan terremotos, porque qué pavadas que se escriben y que se dicen, ¡por Dios!
Pero quiero contarles que cuando volví y nos encontramos al otro día, él me contó de aquel acto del 11 de marzo y me dijo que había sido un acto diferente, que ese día se habían comenzado a reconstruir vínculos, cercanías, proximidades.
Después lo vivimos en el Bicentenario, ese 25 de Mayo memorable, donde todos los argentinos nos reencontramos con nuestra propia historia y nuestra propia identidad. Y creo que su último acto de servicio fue también ese 27 de octubre cuando descubrimos de repente cuántas cosas había hecho y qué poco lo habían reconocido. Perdónenme, pero tengo que decirlo, se me va a romper el corazón si no lo digo.
No quiero ponerlos tristes, quiero que estén alegres y que lo recuerden como él fue, alegre, por sobre todas las cosas, siempre encontrándole el lado bueno y optimista, no le echaba la culpa a nadie, le metía para adelante. Desde que lo conocí, en los peores momentos que vivió la Argentina y que vivimos tal vez nosotros, en términos personales siempre fue así. Por eso, quiero recordarlo como yo sé que a él le gustaría: con alegría y con compromiso, con convicción y con decisión.
Quiero, finalmente, agradecer a todos ustedes este homenaje que nos hacemos a nosotros mismos, también a él, a los argentinos; solidarizarme también, junto a todos ustedes, con esa desgracia inmensa, esa tragedia inmensa del pueblo del Japón, también queremos estar allí y lo vamos a hacer como estuvimos en Chile, porque los argentinos somos solidarios, nos importa lo que le pasa a los demás.
Y quiero pedirles, para terminar, en nombre de él, que construyamos con amor, que el odio que algunos quisieron derramar sobre nosotros, respondamos con amor. No hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón; no hay mejores victorias que las de la buena onda, el optimismo y la fe en Dios. Esas son las cosas que valen, esas son las cosas que duran y perduran en la memoria de los pueblos.
Por eso, en nombre de él y también de mis hijos, quiero decirles que muchas gracias por todas las muestras de cariño y de fe, que muchas gracias por lo de “fuerza Cristina”. Yo siento en cada palabra la fuerza de él y sé que él está definitivamente entre todos nosotros, ya nada ni nadie lo podrá borrar y eso es tal vez, lo que él en el fondo quería, que su nombre, en representación de miles y miles anónimos, que dieron su vida y que no pudieron ver esto, estén representados en él. Por eso nos acompañan las Madres, por eso nos acompañan las Abuelas, que no están con cualquiera, que no confían en cualquiera.
A ustedes y a todos, desde el corazón, muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias.
A seguir trabajando por Argentina, a seguir trabajando por el pueblo, por la Nación, por la patria, siempre por la patria.
Gracias, Argentina. (APLAUSOS).
Gracias, muchas gracias a todos los compañeros y compañeras, que hoy se han congregado aquí: quiero decirles a todos y a todas que esta tarde, aquí en Huracán, no está la Presidenta de la República, está la compañera de todos ustedes. (APLAUSOS). Y como compañera quiero pedirles a todos y a todas que este acto, de este 11 de marzo, sea en recuerdo y en homenaje a quien fuera mi compañero de toda la vida. (APLAUSOS).
Hace exactamente apenas un año, y parece una eternidad, él les hablaba a todos ustedes, desde Ferro. Yo quiero venir a recordarle, como se recuerda al militante con el compromiso de que la lucha que él inicio – un 25 de mayo del año 2003 – es la lucha mía por construir la Argentina que él tanto soñó y por la que tanto trabajó sin descanso, sin desmayo entregando lo mejor de sí. (APLAUSOS).
Quiero también decirles que estaría contento y orgulloso de ver a miles y miles de jóvenes, que como él y como yo, aquel 11 de marzo tenía yo apenas 20 años; en una de las tribunas está mi hija Florencia, que también tiene 20 años, como yo tenía aquel 11 de marzo de 1973. Florencia me pedía que fuera puntual, porque se estaban muriendo de calor.
Yo quiero decirles que vengo también a reconocer que hay otro país diferente, afortunadamente, de aquellos tiempos y de todos los tiempos de estos últimos doscientos años en que las luchas nacionales y populares por construir un país independiente y soberano tuvieron largas marchas y contramarchas.
Si uno piensa no solamente en los jóvenes de aquella etapa, si uno piensa en los jóvenes que construyeron aquel 25 de mayo de 1810, y los que vinieron más tarde a lo largo de toda la historia del campo nacional y popular podrá observar que eran siempre jóvenes que se incorporaban a luchar contra algo porque había algo que los oprimía: o era el yugo colonial o eran las dictaduras las que no dejaban expresarse al pueblo. Por primera vez ustedes - generación del Bicentenario – se están incorporando a la política no contra alguien, sino por alguien, por una historia, por la Argentina por seguir mejorando las cosas. (APLAUSOS).
Ustedes no tienen idea – porque son muy jóvenes – mis compañeros, muchos de ellos que compartimos también años de militancias me van a entender. Pero quiero que sepan que ustedes tienen la inmensa oportunidad histórica de participar en la construcción de un país diferente; de un país en el que no vienen a luchar contra alguien, sino que por algo; en un país donde es posible volver a soñar y donde con alegría y no con dolor, en donde con amor y no con odio, queremos convocar a toda la sociedad. Es una construcción política diferente, siempre en nuestra historia las construcciones políticas, aún las del campo nacional y popular, se hacían en base a las contradicciones o contra algo. Hoy estamos construyendo con un profundo amor por las cosas logradas y con una profunda demanda por profundizar esos cambios para que puedan llegar a todos los argentinos. No, no hay que darle gracias ni a mí ni a él porque hay otra cosa que tenemos que hacer, más importante todavía.
Siento que a lo largo de la historia el campo nacional y popular – liderado por hombres o por mujeres, cuando esos hombres o mujeres ya no estaban era como se desperdigaba porque faltaba la construcción orgánica; porque faltaba la construcción política e institucional que no hiciera depender la transformación y el cambio de una o dos personas. Ese es el gran desafío que tenemos hoy los argentinos y que tienen los jóvenes: cómo hacer para que tanta lucha no sea en vano, cómo hacer para homenajearlo, cómo hacer para que su presencia sea definitiva y la de tantos otros. (APLAUSOS).. Construir sobre las coincidencias, aprender a construir los argentinos y sobre todo los jóvenes no sobre las diferencias, que así se ha construido durante tanto tiempo, y entonces todo duraba poco porque faltaba que algo fallara, que no estuviera una coma, que faltara una letra o una oración para juzgar que entonces no se era nacional o popular.
Quiero decirles a todos ustedes, que cuando incorporen a otros argentinos no les pregunten de dónde vienen, no les pregunten cuál es su historia o su partido, pregúntenles si están de acuerdo con que la Asignación Universal por Hijo sirve para que millones de niños tengan derecho a la educación y a la salud. (APLAUSOS). Y también, quiero que les pregunten si están de acuerdo con que tenemos que seguir industrializando el país y agregando valor para seguir generando trabajos más calificados para todo los argentinos. (APLAUSOS) Quiero que les pregunten si tenemos que seguir poniendo en la educación pública en todos sus niveles el esfuerzo y los recursos, y si tenemos que seguir aún poniendo más; quiero que le pregunten si necesitamos
seguir inaugurando - como hace unos días - universidades públicas y gratuitas
para que tengamos realmente niveles de igualdad; quiero que le preguntan
si necesitamos proteger el trabajo nacional, la producción nacional y el
desarrollo de nuestra industria; si necesitamos también seguir desarrollando
un fuerte mercado interno que impulse también a que exportemos más y mejor
porque generamos más y mejores puestos de trabajo; quiero que le pregunten
si quieren ser un país donde los derechos humanos son una bandera de toda
la sociedad, sin ninguna distinción de ideología o partido, porque es lo
que nos diferencia de la barbarie. (APLAUSOS).
También quiero que le pregunten si como argentino se siente parte de esta América del Sur, de este MERCOSUR, de esta UNASUR, si se siente profundamente latinoamericano y siente orgulloso de su identidad, de su pertenencia, de su historia; quiero que le pregunten si está de acuerdo con una sociedad que da derechos igualitarios, que amplía el abanico de posibilidades y que nos convierte a todos un poquito más iguales todo los días. (APLAUSOS)
Si están de acuerdo con esas cosas forman parte de esta historia y de este espacio, lo demás es anécdota o vanidades personales.
Quiero homenajearlo a él, nunca he conocido a nadie tan alejado de las vanidades personales y de las banalidades como él. No le importaba nada de lo que suele inclusive importarme a mí por ahí como mujer. Nadie tan despojado de las cuestiones que por ahí distraen en la política y nos hacen ver diferencias donde no las hay. (APLAUSOS).
Por eso quiero rescatar la historia, pero también quiero una juventud que construya su propia historia, como la hicimos nosotros; ustedes son la generación del Bicentenario (APLAUSOS).
Les pido que tengan ejemplos, pero que sean ustedes mismos, cada uno de ustedes, cada una de las horas, porque créanme que el gran vínculo que nos une a todos - desde 1810 a la fecha - es el inmenso compromiso por los intereses de la nación y con los intereses del pueblo, que son la misma cosa, nación y pueblo, pese a que algunos quieran diferenciarlo. No hay pueblo sin nación ni nación sin pueblo. (APLAUSOS).
Yo les pido que construyendo su propia historia, su propia identidad, también
están construyendo la historia de todos nosotros. Nosotros no imitamos a
nadie, porque en fin, cada uno es producto de la época y de la historia y
del momento histórico en que le toca vivir. Y este momento histórico, de esta
Argentina, impensable hace apenas 10 años; estamos solamente a una década
del desastre más formidable del que se tenga memoria, y aquí está la Argentina de pie, con dignidad, con libertades, con libertades como nunca tuvo en su historia. (APLAUSOS).
Me atrevo y desafío que me digan si hubo un momento de mayor densidad y profundidad democrática, donde cada uno pudo expresarse como quiso y cómo quiere respecto de todo que esta Argentina que estamos viviendo hoy. (APLAUSOS). Y esto nos tiene que llenar a todos de orgullo, pero también de una inmensa responsabilidad; la responsabilidad de profundizar a la organización popular, de abandonar vanidades y cuestiones dirigenciales que solo sirven para alejar a la gente de la política y creer que solamente esto es una feria de vanidades.
Nuestro gran compromiso es a través del ejemplo diario y cotidiano, cualquiera sea el lugar que nos toque desempeñar; dar el ejemplo de humildad, de trabajo, de convicción para poder, entonces sí, seguir construyendo esta Argentina que tanto nos costó.
Falta mucho, ¡claro que falta! Pero es, precisamente, con la certeza de poder construir lo que se ha construido, lo que nos debe animar para seguir el camino y no abandonarlo.
El gran desafío es que el campo nacional y popular pueda institucionalizar; pero no, eso no se hace a través de una ley o de un decreto. La institucionalización de un modelo de país es cuando se hace carne en el conjunto de la sociedad porque visualiza que ese es el camino más acertado como país y como nación.
Para eso hemos debido luchar contra una fuerte subordinación cultural impuesta históricamente por la historia falsificada desde 1810 a la fecha.
Yo hace unos días, cuando inaugurábamos la Facultad de Ciencia Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires -la primera la inauguró Perón, la segunda la inauguramos nosotros-, yo hablaba y decía que muy pocos argentinos saben, por ejemplo, que la gratuidad de la universidad pública argentina fue instaurada por un decreto firmado por el general Perón. La universidad nacional pública es gratuita por un decreto del presidente Perón en su primera presidencia. Yo los desafío a que cuántos de nosotros mismos también sabíamos estas cosas.
Por eso digo que es importante que el frente nacional, popular y democrático construya esta institucionalidad, que también es cultural, de saber contarle a los argentinos, pero fundamentalmente no contarle a partir de relatos de fantasía, sino a partir de que puedan ver, tocar y palpar cada uno de los logros que hemos tenido con nuestros jubilados, con nuestros pensionados, con nuestros trabajadores en las convenciones colectivas de trabajo, más de 1.800, luego de haber estado aplastadas durante décadas.
Este es el gran desafío, porque lo otro, “la Argentina del no se puede”, la Argentina de la subordinación, la Argentina que le decía a él, cuando decía que iba a pagar la deuda pero no con el hambre de los argentinos, sino teniendo en cuenta también los intereses de la patria, que estaba loco; de él cuando decidió cortar el nudo gordiano que significaba la dependencia permanente con el Fondo Monetario Internacional y terminar con esa deuda y también lo criticaron.
También, cuando en un hecho histórico en Mar del Plata, en el 2005, encabezó como presidente en la Cumbre de las Américas el rechazo a aquel nuevo estatuto del coloniaje. Eso lo hizo él.
Ahora, mirado desde lejos, parece fácil, pero qué difícil, cuánto ataque injusto, cuánta crítica artera, cuánta pelea y discusión inútil, cuánto tiempo perdido.
Otra de las cosas que les quiero pedir: no pierdan tiempo, no se enrosquen ni se dejen enroscar en discusiones bizantinas que no tienen nada que ver con lo que le importa a la gente y con lo que le importa a la sociedad. No cometan errores que sí hemos cometido nosotros cuando éramos jóvenes.
Yo quiero para terminar, contarles algo tal vez familiar.. El pasado 11 de marzo, hace un año, yo no estaba aquí, había ido a Chile a la asunción del nuevo gobierno y justo me pescó -¿se acuerdan?- una réplica del terremoto que había asolado a los hermanos chilenos. Yo decía “un año, otro terremoto”. He leído tantas tonterías en estos últimos días, lo único que faltaría es que dijeran que los 11 de marzo se provocan terremotos, porque qué pavadas que se escriben y que se dicen, ¡por Dios!
Pero quiero contarles que cuando volví y nos encontramos al otro día, él me contó de aquel acto del 11 de marzo y me dijo que había sido un acto diferente, que ese día se habían comenzado a reconstruir vínculos, cercanías, proximidades.
Después lo vivimos en el Bicentenario, ese 25 de Mayo memorable, donde todos los argentinos nos reencontramos con nuestra propia historia y nuestra propia identidad. Y creo que su último acto de servicio fue también ese 27 de octubre cuando descubrimos de repente cuántas cosas había hecho y qué poco lo habían reconocido. Perdónenme, pero tengo que decirlo, se me va a romper el corazón si no lo digo.
No quiero ponerlos tristes, quiero que estén alegres y que lo recuerden como él fue, alegre, por sobre todas las cosas, siempre encontrándole el lado bueno y optimista, no le echaba la culpa a nadie, le metía para adelante. Desde que lo conocí, en los peores momentos que vivió la Argentina y que vivimos tal vez nosotros, en términos personales siempre fue así. Por eso, quiero recordarlo como yo sé que a él le gustaría: con alegría y con compromiso, con convicción y con decisión.
Quiero, finalmente, agradecer a todos ustedes este homenaje que nos hacemos a nosotros mismos, también a él, a los argentinos; solidarizarme también, junto a todos ustedes, con esa desgracia inmensa, esa tragedia inmensa del pueblo del Japón, también queremos estar allí y lo vamos a hacer como estuvimos en Chile, porque los argentinos somos solidarios, nos importa lo que le pasa a los demás.
Y quiero pedirles, para terminar, en nombre de él, que construyamos con amor, que el odio que algunos quisieron derramar sobre nosotros, respondamos con amor. No hay mejores batallas que las que se ganan con el corazón; no hay mejores victorias que las de la buena onda, el optimismo y la fe en Dios. Esas son las cosas que valen, esas son las cosas que duran y perduran en la memoria de los pueblos.
Por eso, en nombre de él y también de mis hijos, quiero decirles que muchas gracias por todas las muestras de cariño y de fe, que muchas gracias por lo de “fuerza Cristina”. Yo siento en cada palabra la fuerza de él y sé que él está definitivamente entre todos nosotros, ya nada ni nadie lo podrá borrar y eso es tal vez, lo que él en el fondo quería, que su nombre, en representación de miles y miles anónimos, que dieron su vida y que no pudieron ver esto, estén representados en él. Por eso nos acompañan las Madres, por eso nos acompañan las Abuelas, que no están con cualquiera, que no confían en cualquiera.
A ustedes y a todos, desde el corazón, muchas gracias, muchas gracias, muchas gracias.
A seguir trabajando por Argentina, a seguir trabajando por el pueblo, por la Nación, por la patria, siempre por la patria.
Gracias, Argentina. (APLAUSOS).